El pasado viernes 27 de abril se inauguró la 42 Feria del libro antiguo y de ocasión en Recoletos (Madrid), (estará hasta el 15 de mayo) y había que estar allí para celebrarlo. Fueron testigos de mis pasos: la diosa Cibeles, el Café Gijón y una Menina sacada de su encuadre habitual.
Tarde de buen tiempo para olisquear clásicos, bucear entre las primeras lecturas, seguir de cerca al terror y al misterio que tanto me han aportado siempre, y conversar de todo y de nada con los libreros, de los que se aprende mucho y no solamente de libros. Son el último reducto de un mundo en decadencia que hemos empobrecido entre todos cediendo nuestras parcelas de saber al paganismo de Telecirco, a los centros comerciales correccionales, y a los «black fridays». La compulsión adquisitiva de falsos ídolos fagocita nuestras almas con la digitalización de nuestros sueños y sentimientos.
En Recoletos se para el tiempo (incluso el lluvioso) para que seamos todos testigos de como Moisés abre las aguas de nuestra mente y nos pega dos sopapos de aúpa para dejarnos con una sensación de latencia mientras caminamos sin rumbo acariciando portadas de ejemplares que ya creíamos perdidos y olvidados de nuestra biblioteca juvenil. Allí siguen esperándonos. Se fueron de nuestro lado por algún motivo, pero en esta Feria, nos volveremos a encontrar con estos viejos volúmenes. Y como una buena amistad, aunque haya pasado el tiempo, no hay ni rencores ni malas caras, sino unas irrefrenables ganas de volvernos a leer. El lector al libro y el libro al lector. Sí, han oído bien, el libro nos lee a nosotros, evalúa nuestro estado de ánimo y nos inyecta el suero de los sueños para que podamos seguir caminado despiertos en un mundo que rumia dormido, drogado y sin pasión, en pos de una felicidad que no alcanza.
Finalmente acabé en la caseta de Miguel, que es el habitual inquilino de la 13 de Moyano. Miguel Madrid lleva 30 años en Moyano, los últimos 15 a cargo de la caseta 13, y los anteriores acompañando a su abuelo en la misma, que fue uno de los libreros que permitió el acceso y la difusión de muchos libros que en la dictadura no se podían conseguir o directamente estaban prohibidos.
En su caseta dispone de más de 8000 volúmenes, además de otros 30.000 en almacén. Los libros que tiene destacan por su variedad. Es la caseta que muchos días cierra más tarde. La librería no vende online ni tiene redes sociales.
Deambulen por allí, se lo recomiendo. Si notan una pequeña vibración en sus sienes según se vaya acercando, recuerden que la llamada de ciertos libros es inexorable. Ellos son pacientes, nos están esperando… tienen mucho que contarnos. Adóptelos, y no se preocupen, no necesitan ni batería ni mantenimiento. Así son ellos. LIBRES E INMORTALES.