El Maestro lo ha vuelto a hacer y en uno de sus terrenos favoritos, aunque no muy visitado en su bibliografía: el universo al otro lado de la madriguera de conejo (Los ojos del dragón, El talismán, La torre oscura…). Un mundo de fantasía, pero que está roto. Fue próspero, moderno y floreciente, pero ya no. En el momento en el que llegan allí los protagonistas del relato, todo humea en un recuerdo del esplendor pasado que ha sido cercenado por una sombra despótica e inmisericorde.
Cuento de hadas rezuma un profundo conocimiento narrativo y folclórico de la materia con la que está engastado, aunque nada que nos vaya a sorprender a estas alturas del genio de Maine. Estamos ante el King más disfrutón y juguetón. Es divertido y creativo a rabiar, pero sin abandonar su lado más cruel, terrorífico y descorazonador.
Estamos ante 850 páginas de puro nervio. Una construcción de apariencia sencilla, pero que inserta un saber profundo de la imaginería del relato de fantasía tradicional. Así surgen guiños, homenajes y vueltas de tuerca en un mundo de Oz remozado y actualizado.
Toma los elementos que le han acompañado en sus cerca de cincuenta años de carrera literaria para llevarnos, una vez más, a uno de sus lugares predilectos, íntimo y personal: la exploración juvenil (en este caso en tierra extraña). El autor nos regala un mundo nuevo de héroes y villanos para ser investigado y digerido a fondo. Y todo ello en primera persona, que acarrea una dificultad añadida en el aspecto constructivo y descriptivo.
Este Fairy tale es una obra para todos los públicos, tanto ajenos a King como Lectores Constantes de larga tradición.
Y también está Radar, un personaje que está creado desde el cariño más absoluto. El lector sufrirá con él si tiene corazón.
MANUEL POCIELLO 